«Puesto que la vida plenamente cristiana no se puede pensar sin la participación en las acciones litúrgicas en la que los fieles congregados en uno celebran el Misterio Pascual, la iniciación religiosa de los niños no debe ser ajena a ese fin. La Iglesia, que bautiza a los niños, confiada en los dones que este Sacramento da, debe cuidar que los bautizos crezcan en la comunión con Cristo y los hermanos, de cuya comunión es signo y prenda la participación en la mesa eucarística, a la cual se preparan los niños o en cuya significación son Introducidos más profundamente. La cual formación litúrgica y eucarística no es lícito separar de la educación universal, humana y cristiana, más aún, sería nociva sí la formación eucarística careciera de tal fundamento…»
Sagrada Congregación para el Culto Divino:
Directorio Litúrgico para las Misas con Participación de Niños n. 8
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Dadas las características de los niños, es imprescindible tener en cuenta algunas apreciaciones particulares al momento de pensar y realizar una Celebración de la Palabra.
1. Ante todo las celebraciones deben ser breves, simples, con ritmo, alegres y vividas intensamente.
2. Conviene cuidar mucho los cantos dramatizados con todo el cuerpo, los gestos vividos, los cortos y profundos momentos de oración, la proclamación solemne de la Palabra de Dios, la participación de los padres y familiares y el aire de fiesta propio de toda celebración catequética.
3. El tema de la celebración debe ser cuidadosamente elegido, respondiendo no solo a las necesidades e intereses de los niños, sino también, en la medida de lo posible a los temas catequísticos que se están tratando en la catequesis y a los tiempos litúrgicos.
4. Se ha de procurar una gran ilación entre los cantos, los gestos, la Palabra de Dios, el compromiso; es decir, la celebración debe girar en torno a un solo tema, claro y concreto. No es cuestión de recargar la celebración con gestos complicados ni con extensas explicaciones. Los niños son simples y sencillos. No les compliquemos las cosas.
5. Es muy importante respetar el propio ritmo de los niños. No hay que desanimarse ni apurarse. No siempre las cosas salen como uno quisiera, porque en el fondo los niños son los verdaderos protagonistas y eso vale mucho en la celebración catequística.
6. Pensar muy bien la ubicación, la participación de los niños durante la celebración; de manera que todos los niños y niñas se sientan partícipes y convocados durante la misma.
7. Es muy importante buscar y explicar el significado de los gestos que realizamos. En este sentido los gestos, la valorización, el cuidado y la oportunidad de los mismos son un vehículo privilegiado para la celebración de la fe. El niño entra en el mundo de la liturgia cargado de signos. La catequesis debe cargar de contenido al gesto para que no resulte vacío.
8. Desafortunadamente, la rutina o la falta de conocimiento terminan por anular el sentido de los gestos que, en otros tiempos fueron muy valiosos. Con los niños, continuamente hay que detenerse en los gestos sagrados que utilizamos. Nos tomaremos el tiempo que sea necesario para que los interioricen y, si es necesario, los recreen permanentemente. Muchas veces, podrán inventarse gestos junto con los niños; lo importante es que les ayuden a expresar mejor la fe y, por tanto, el amor de Dios.
9. Es importantísimo que nosotros primero conozcamos el sentido de dichos gestos y los hagamos con detenimiento; luego, se los transmitiremos lentamente y con gran dignidad. Nosotros debemos siempre hacer y vivir los gestos con los niños. El gesto es, para el niño, un medio mucho más significativo que la palabra. Además, el gesto permite al niño expresar lo que no puede decir con palabras o dar más fuerza al sentido de las mismas.
10. Lo que interesa es que los niños vivan la fiesta porque Dios los ama. Qué la celebración sea para ellos la fiesta del encuentro con sus amigos y con Dios. En resumen, qué la celebración sea una forma de vivir y de expresar la propia fe.
11. Lo central sigue siendo es espíritu celebrativo, la búsqueda del misterio insondable de Dios, a través de los gestos y signos sagrados, a través de los cantos, a través de los momentos de oración personal y comunitaria; esencialmente, a través de la escucha de la Palabra de Dios en comunidad.
(De la Serie «Los niños y la Liturgia», columna 5.ª)
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