La oración en familia I: La oración por el niño que está por venir

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Decididamente en el tema de la iniciación en la oración de los niños pequeños, los padres y demás familiares cercanos desempeñan un papel fundamental. Hasta diría que sin su participación, los intentos de iniciarlos en el camino de la fe son muy arduos; sobre todo, en los primeros años de vida.

Toda la familia, especialmente, los papás, tienen un rol y un protagonismo indelegable, ya que para muchos de los niños, ellos son un reflejo de la imagen de Dios. Muchos papás sienten que sus hijos son un especial regalo que Dios les confió. La base de la oración de los niños está dada más por una relación personal con su Dios que por fórmulas u oraciones; relación que se palpa y contagia desde pequeños por la actitud de sus padres.

Al comienzo, los padres podrán  —nada más y nada menos — que rezar por sus hijos. Al poco tiempo de nacidos, paulatinamente tendrán ocasiones de ir iniciando a sus hijos en el camino de la oración, hasta que los niños ya estén capacitados para compartir la oración con los adultos y hacer por ellos mismos oración.

Desde la concepción hasta la llegada del bebé a casa

Hay muchas parejas que, en sus deseos de tener hijos, incluso antes de haber concebido alguno, oran por el niño que va a venir. Es muy gratificante y formativo que esta oración por el niño que va a venir sea compartida por todos los miembros de la familia: hermanos, abuelos, primos, etc.; aprovechando las distintas ocasiones en que la familia se reúne.

El embarazo puede convertirse en una hermosa ocasión para rezar por el niño que está por nacer, especialmente las mamás que sienten la vida nueva en su seno, incluso tratándose de embarazos no deseados. Esta oración sincera, sanadora y plenificante, asocia al bebé a esa misma plegaria. Muchos papás tienen la bella costumbre de orar colocando las manos sobre el vientre de la mamá y elevando juntos sus plegarias. La gestación, el embarazo y hasta el parto son para la mamá experiencias únicas, susceptibles de originar un intenso contacto con Dios (aunque sea para ofrecer a Dios los dolores del parto por su hijo o por alguien que necesite de oración). Es hermosa y emocionante la sensación de saber que se espera a un hijo de Dios.

Todo niño que nace (cualquiera sean las circunstancias de su nacimiento) es un regalo de Dios y un motivo para orar, aun en situaciones difíciles; por ejemplo, pidiendo fuerzas para aceptar y sobrellevar lo que se presenta. En ese sentido, la presencia orante silenciosa, auxiliadora y siempre atenta de la Virgen María puede ser un motivo de consuelo y fuerzas para seguir adelante.

Asimismo, la oración de la pareja en favor de su hijo tiene repercusiones sobre las relaciones que ellos mantienen con Dios y sobre su propia oración. Estos momentos de oración personal y familiar, se enriquecen extraordinariamente cuando participan los hermanos y hermanas. Es muy importante que los hermanos, de acuerdo a su edad y sin forzarlos, puedan expresar sus oraciones por el hermanito/a que está por nacer. Estas oraciones pueden ser espontáneas o dirigidas por los papás. Pueden enriquecerse con otras formas de expresión, que tanto gustan a los niños, como el dibujo, el modelado, el canto, los gestos.

¡Qué gratificante es ver a un niño haciendo oración de agradecimiento a Dios  —a través de un dibujo — por su hermanito que va a venir, para ofrecérselo a Dios, en algún templo o directamente en su casa frente a una imagen! Así, podemos ir ideando formas creativas y sencillas de rezar en familia, junto a nuestros niños. La llegada de los hijos es una fuente de bendiciones y alegría para todos los miembros de la familia.


«Los padres de familia son los primeros educadores en la fe. Junto a los padres, sobre todo en determinadas culturas, todos los componentes de la familia tienen una intervención activa en orden a la educación de los miembros más jóvenes. Conviene determinar, de modo más concreto, en qué sentido la comunidad cristiana familiar es “lugar” de catequesis…

»La familia como “lugar” de catequesis tiene un carácter único: transmite el Evangelio enraizándolo en el contexto de profundos valores humanos. Sobre esta base humana es más honda la iniciación en la vida cristiana: el despertar al sentido de Dios, los primeros pasos en la oración, la educación de la conciencia moral y la formación en el sentido cristiano del amor humano, concebido como reflejo del amor de Dios Creador y Padre. Se trata, en suma, de una educación cristiana más testimonial que de la instrucción, más ocasional que sistemática, más permanente y cotidiana que estructurada en períodos. En esta catequesis familiar resulta siempre muy importante la aportación de los abuelos. Su sabiduría y su sentido religioso son, muchas veces, decisivos para favorecer un clima verdaderamente cristiano.»

Directorio General para la Catequesis, n. 255


(De la Serie «Iniciación en la oración», columna 2.ª)

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