La Madre Paula, un ejemplo de dedicación a la enseñanza de niñas

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Paula Montal i Fornés nació y pasó su larga vida, de 90 años, en Cataluña (España), en el agitado marco del siglo XIX, caracterizado por continuas luchas y revoluciones, a la par que se realizaba una profunda transformación industrial en dicha región. Las circunstancias históricas de aquellos tiempos, marcaron su formación y determinaron la orientación de su vida, consagrada a la educación cristiana de las niñas y jóvenes. Con esta misma finalidad fundó la Congregación de Hijas de María, Religiosas de las Escuelas Pías.

Pero vayamos despacio. Paula nace el 11 de octubre de 1799 en Arenys de Mar (Barcelona), sus padres Ramón Montal y Paula Fornés habían contraído matrimonio siendo ambos viudos. En el nuevo hogar vivirán los hijos del anterior matrimonio de Ramón Montal, una hermana de éste, y su madrastra; así como los hijos que nacerán del nuevo matrimonio con Vicenta. Ramón era maestro cordelero, oficio importante en Arenys debido a la actividad marítima que le permitía salir adelante, si bien no excesivamente holgado.

Dada la complicación de este hogar, en 1807, Ramón debe tomar la decisión heroica de  trasladarse a otra casa con su mujer Vicenta y los hijos de este segundo matrimonio. Se dan en este periodo unos años felices para Paula. Goza del cariño fraterno y de una esmerada educación cristiana. Ha podido asistir a una “costura” – especie de escuela donde se enseñaban labores y algo de lectura y escritura a las niñas -. Difícilmente aprendían las mujeres de esa época a leer y escribir. Pero la felicidad se ve truncada bien pronto. En 1809 (en plena guerra de la Independencia) muere su padre y debido a la ley del “hereu”, vigente en Cataluña, toda la herencia, incluida la casa en la que viven, pasa al primogénito varón, que en este caso es un hijo del primer matrimonio.

La vida de Paula cambia radicalmente, su infancia ha terminado. Se ve en la necesidad de trabajar como encajera – “puntaire” – para ayudar a su madre a sacar a sus hermanos adelante. Conoce así en sus propias carnes la difícil situación que vive la mujer, su importancia y su marginación. Su realidad familiar no le impedirá colaborar en la parroquia con la catequesis, en la cual irá descubriendo su vocación educadora, realizando según cuentan un apostolado catequético y pedagógico con las niñas.

Algo que no deja de crecer en estos años es su fe comprometida y su amor a la Virgen. La encontramos como miembro de la Cofradía del Rosario y de la Congregación de los Dolores, lo cual dejará en ella una huella imborrable. Todo este tiempo lo vive con intensidad y es acompañada por un Padre Definidor (director espiritual diríamos hoy)  fray Roque.

Paula ve como su familia empieza a desenvolverse sin dificultad sin necesidad de su presencia. Acaricia la posibilidad de consagrar su vida a la educación cristiana de las niñas y jóvenes y la promoción de la mujer. Es algo que va madurando y deseando poco a poco.

La oportunidad llega en 1829. En Figueras el alcalde solicita maestras, e informado por Fray Roque, (que en esas fechas se halla en esa ciudad), de la labor que Paula desempeña en Arenys la invita. Paula, junto a su incondicional amiga Inés Busquets marcha a Figueras (Gerona), a abrir su primera escuela. La aventura parece descabellada, el propio párroco de Figueras cuando las recibe y escucha que sólo cuentan con 40 reales (unos 6 céntimos de euro) casi las invita a volver sobre sus pasos. Pero su determinación es firme, empiezan instalando la primera escuela en un palomar que preparan para iniciar la tarea. Enseñan a las niñas catecismo, un poco de lectura y escritura y a hacer encajes y blondas. Funciona muy bien y cada vez acuden más niñas. Al poco tiempo se les une su amiga Felicia Clavell.  Debido a la complicada situación social y política del momento deberán regresar a Arenys un par de años, pero vuelven para la satisfacción de Figueras. Algunas alumnas empiezan a unirse al grupo de maestras. En estas circunstancias Paula decide que es oportuno fundar una escuela en su pueblo natal, lo conoce bien y las niñas también tienen derecho a la educación. En 1841 la escuela de niñas en Arenys de Mar se hace realidad.

Paula vive entregada a la escuela que da sus frutos, y en su interior descubre y ve con claridad que hay que dar un nuevo paso, aunque las fuentes históricas no consiguen averiguar donde estuvo el origen de esta intuición.  Paula ha oído hablar de San José de Calasanz y de los escolapios, y de alguna manera lo que se está haciendo en las escuelas de niñas responde a lo que San José de Calasanz iniciara para los niños. Paula siente que el grupo de maestras de Figueras y Arenys necesitan algo más, y que la obra de Calasanz responde a lo que necesitan.

Son tiempos difíciles pues las órdenes y congregaciones religiosas han sido suprimidas en España, muchos religiosos andan exclaustrado y sobre los bienes se ha cernido la desamortización. Pero cuando las cosas son de Dios todo sigue su curso. La siguiente fundación será Sabadell en 1846, allí tienen un colegio los padres escolapios. Paula entra en contacto con el padre Jacinto Feliu, por aquel entonces provincial de Cataluña y que pronto sería nombrado por el Papa prepósito general de las Escuelas Pías en España. El padre Jacinto al hablar con Paula intuye que lo que lleva entre manos es de Dios, y encarga al padre Agustín Casanovas, del cual cuentan que de las cosas pequeñas sabía hacer cosas grandes, el cuidado de este grupo de maestras. El padre Agustín las ayudará en su formación académica, en su cuidado espiritual y les irá iniciando en la vida escolapia. El resultado será que el 2 de febrero de 1847 profesan las cuatro primeras escolapias en Sabadell. Ha nacido una nueva Congregación. Paula a partir de ahora se llamará Paula Montal de San José de Calasanz. Todo su ser lo dedicará a partir de este momento al cuidado y extensión de las escuelas para niñas y al cuidado de la nueva congregación.

Sorprendentemente, a pesar de ser la fundadora y alma de lo que había nacido no es elegida Superiora general, ni consejera. Este hecho no impide a Paula seguir entregándose a la vocación a la que ha sido llamada. Ella misma será la fundadora de otros colegios: Igualada (1849), Vendrell (1850) y Masnou (1852). En las crónicas y noticias que nos han llegado de la labor de Paula en estos colegios siempre se destaca su buen hacer, las niñas la adoran, sabe enseñar, sabe organizar y sacar adelante con éxito los colegios, sabe cuidar de las comunidades de escolapias, sabe vivir unida a Dios.

Pero de esta época de su vida no son importantes sólo las fundaciones que hacen crecer la obra, sino su labor como maestra de novicias que ejerce desde 1852 a 1859. Este hecho es crucial en la historia de la Congregación, se puede decir que las 127 primeras escolapias se formaron al lado de madre Paula (que es como se la suele llamar familiarmente). Ella, la fundadora pudo contagiar su espíritu y poner los cimientos de la Congregación.

A pesar de estar apartada de los cargos de la congregación, no dejó de trabajar por conseguir la aprobación diocesana primero y pontificia después de la Congregación y por elaborar las Constituciones de la misma. Labor muy complicada por la realidad social, eclesial y política del siglo XIX.

Podrá ver en este periodo de su vida como a los 6 colegios fundadas por ella misma se añaden los fundados por las escolapias formadas a su lado. Hablamos de Gerona (1853), Blanes (1854), Barcelona (1856) y Sóller (1857).

En 1859 de nuevo se produce un giro en su trayectoria. Se la envía a fundar en Olesa de Montserrat. La gran pobreza hacían complicada esta fundación, pero esto no supuso ningún obstáculo para Paula, el colegio sale adelante y la comunidad también. Paula, es de alguna manera apartada en Olesa por quienes dirigen la Congregación, hecho que no le hace perder la paz, ni le aleja de su entrega a las niñas. Este último período está marcado en Paula por una intensa y confiada oración que se refleja en toda su vida. Sabe vivir con humildad todas las incoherencias e injusticias de sus superioras; sabe vivir feliz en la pobreza siendo generosa con todos; sabe seguir orando y alegrándose por el progreso del amado Instituto (La aprobación pontificia de la Congregación y de las nuevas Constituciones de 1870, la aprobación real en 1865 por Isabel II, el crecimiento del Instituto por Madrid, Andalucía y Zaragoza); sabe transmitir a las niñas ese profundo amor a Jesús; sabe vivir la vejez y enfermedad  con los ojos puestos hacia Dios. El 26 de febrero de 1889 Paula dirigía sus últimas palabras a la Virgen en su lengua natal: “¡Mare, mare meva!” (¡Madre, madre mía!).

Paula murió acompañada por la fama de santidad como todo el pueblo de Olesa demostró en su funeral y entierro, así como los testimonios recogidos entre las personas que la conocieron. Tras de sí dejó no sólo el testimonio de toda su vida, sino una congregación religiosa, Las Hijas de María, Religiosas de las Escuelas Pías, conocidas familiarmente como escolapias. Su lema: “Salvar a las familias, enseñando a las niñas el Santo Temor de Dios”.

Hoy las escolapias continúan la obra iniciada por Paula Montal en 20 países distintos. Sólo en España, trabajan en 28 colegios repartidos por distintas ciudades de nuestra geografía: Barcelona, Valencia, Zaragoza, Logroño, Madrid, Córdoba, Mérida, Cabra, Alcalá de Henares, Gandía, Masnou, Astorga,… En Madrid, actualmente están presentes en los Colegios de Ntra Sra de las Escuelas Pías en Carabanchel y el Colegio La Inmaculada en Puerta de Hierro.

Fuente: Calasanazchelero’s Blog.

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